Competitividad en la historia: La evolución de los supuestos de la escuela clásica de la economía a las teorías contemporáneas de la firma

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Desde sus orígenes, la teoría microeconómica clásica evaluaba a la empresa acorde a las condiciones del mercado. La organización era vista analógicamente como una “caja negra” cuyo funcionamiento y transformaciones internas resultaban prácticamente desconocidas (Donaldson y Preston, 1995; Foss, 1996; Ghemawat, 2003; Hoskisson et al., 1999; Jensen y Meckling, 1976; Rumelt et al., 1991; Seth y Thomas, 1994). El modelo de empresa señalada en las aportaciones de los clásicos “…era una máquina que funcionaba sin problemas en un mundo sin secretos, sin fricciones o incertidumbre y sin una dimensión temporal” (Rumelt et al., 1991, p. 13).

En épocas previas a la revolución industrial, el tamaño y las condiciones del mercado y de las empresas que interactuaban en el mismo, evidenció la carencia de la planificación y el conocimiento interno de las organizaciones y los sectores industriales. Por aquel entonces, una “mano invisible” descrita por Adam Smith, explicaba la regulación del comportamiento de las fuerzas del mercado bajo el supuesto de la competencia perfecta (Crook et al., 2013; Ghemawat, 2003). Las empresas eran, por tanto, entidades “indiferenciadas”, “pasivas”, y de “procesamiento de información estática”, las cuales buscaban la adaptación en un entorno al que no pretendían moldear. 

No obstante, el hacer frente a la dinámica del entorno competitivo empresarial condujo inminentemente a la necesidad de profundizar en la comprensión del funcionamiento de las unidades económicas, es decir, desentrañar sus características y fenómenos interiores. En este sentido, sus diferencias, su naturaleza, su estructura, sus componentes, sus decisiones, sus formas de interacción ambiental y la manera en que las mismas adquieren y conservan sus posiciones en el mercado fueron cuestiones replanteadas en las agendas de investigación de entonces (Porter, 1991). Por lo que, en contraposición a la forma en que fue abordada la noción de la empresa para las corrientes clásicas, surgieron otras teorías.  

Las teorías de la organización industrial (OI), analizaron las diferencias interindustriales en el desempeño. Seth y Thomas (1994) mencionaron propiedades de la industria como lo son: el grado de concentración del sector, la diversificación, las barreras de entrada, la presencia de economías de escala y la diferenciación de productos; cuestiones que, implícitamente, abogaban por diferencias estructurales que impedirían la existencia de sectores homogéneos o comportamientos regulados de forma autónoma. 

Mientras tanto, la Teoría de Juegos de John Von Neumann y Oskar Morgenstern como variante de la OI (Ghemawat, 2003; Rumelt et al., 1991) ponía sobre la mesa el concepto de racionalidad, al concebir a la empresa como un ente racional que toma decisiones inteligentes a partir de “movimientos” de otros jugadores, quienes, en sus esfuerzos por maximizar los beneficios, dejan evidencia de sus “jugadas”, por lo que la información que permite competir de forma racional estaría al alcance de los competidores del sector. La elección racional de la competencia, sigue a la premisa de que cada acción tendrá algún propósito por lo que el individuo comenzará a tomar decisiones para encontrar alternativas óptimas (Eisenthard y Zbaracki, 1992).

La evolución del pensamiento administrativo trajo consigo el desarrollo de una visión basada en recursos y capacidades. En donde podemos enmarcar al trabajo seminal de Penrose (1959), quien concibió a la organización desde una visión dinámica y evolutiva en dónde las empresas homogéneas con productos idénticos carecían totalmente de sentido. Así, tal postura ideológica, rompió con la visión ortodoxa de la empresa, argumentando que la misma supone un conjunto de recursos que se encuentran organizados de forma tal, que crecen y sobreviven en entornos de competencia.

Luego de las aportaciones de Penrose (1959), surgieron una serie de autores (e.g. Barney, 2001, 2001; Diericx y Cool, 1989; Peteraf, 1993; Porter, 1979, 1980; Wernerfelt, 1984; entre otros) que dieron forma a la visión basada en recursos (RBV), a fin de sentar las bases para que fuera concebida una teoría de la estrategia, convirtiéndola en una de las teorías de la organización más influyentes. Tales contribuciones giraron en torno a algunos grandes temas, como aportaciones conceptuales; aspectos referentes al posicionamiento estratégico o requisitos a cumplir para la obtención de ingresos; y, condiciones de equilibrio y racionalidad. 

No obstante, la RBV, resultó limitada en cuanto a los factores causales y los procesos que determinan la creación, adquisición y conservación de los recursos en entornos cambiantes, es decir, las investigaciones no explicaron, cómo algunas empresas obtienen ventajas en entornos con aceleradas e impredecibles fluctuaciones (Eisenhardt y Zbaracki, 2000). Por ende, para dar una explicación más completa a este fenómeno y un fin a las críticas centradas principalmente en la escasa explicación de la obtención de recursos, así como en el carácter estático de la RBV sobre el entorno, se incorporaron aspectos dinámicos en posteriores contribuciones (Eisenhardt y Zbaracki, 2000; Priem y Butter, 2001).

En resumen, los elementos relegados en el estudio de la empresa y los mercados por parte de las teorías clásicas de la economía y que, por ende, formaban parte de la tan criticada “caja negra” en que estaba inmersa la organización, han comenzado a ser abordadas por teorías contemporáneas de la firma. Aún quedan fenómenos del comportamiento de las organizaciones que no han sido explicados: ¿Cómo las empresas sobreviven a las condiciones de los entornos dinámicos? ¿cuál es el conjunto de competencias distintivas que pueden hacerlas sostenibles en el tiempo? ¿cuál es la fórmula para la creación y conservación de una empresa exitosa? No es de extrañarse que, cada vez sean más lo eruditos que aboguen por la necesidad de teorías integrales que contemplen explicaciones de nivel individual, organizacional, industrial y macroeconómica, a fin de permitir modelos que permitan a la empresa competir y ganar en sentidos relativos y absolutos. 

 


Por: Dra. Esthela Galván Vela

Profesora de Tiempo Completo en la Escuela de Administración y Negocios y Enlace del Centro de Excelencia, Competitividad y Emprendimiento, campus Tijuana. CETYS Universidad. 

Palabras clave: teorías de la firma, escuela clásica, competitividad.


Bibliografía

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Crook, T. R., Combs, J. G., Ketchen, D. J. & Aguinis, H. (2013). Organizing around transaction costs: What have we learned and where do we go from here? The Academy of Management Perspectives, 27 (1), 63-79. 

Diericx, I. & Cool, K. (1989). Asset stock accumulation and sustainability of competitive advantage. Management Science, 35 (12), 1504-1511.

Donaldson, T. & Preston, L. E. (1995). The stakeholder theory of the corporation: Concepts, evidence, and implications.  Academy of Management Review, 20 (1), 65-91. 

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Foss, N. J. (1996). Research in strategy, economics and Michel Porter. Journal of Management Studies, 33, 1, 1-24.

Ghemawat, P. (2003). Semiglobalization and international business strategy. Journal of International Business Studies, 34 (2), 138-152.

Hoskisson, R. E., Hitt, M. A., Wan, W. P. & Yiu, D. (1999). Theory and research in strategic management: Swings of a pendulum. Journal of Management, 23 (3), 417-456.

Jensen, M.C. & Meckling, W. H. (1976). Theory of the firm: managerial behavior, agency cost and ownership structure. Journal of Financial Economics, 3, 305-360.

Rumelt, R. P., Schendel, D. & Teece, D. J. (1991). Strategic Management and Economics. Strategic Management Journal, 12, 5-29

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Peteraf. M. A. (1993). The cornerstones of competitive avantaje: a resource based view.  Strategic Management Journal, 14,179-191.

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Porter, M. E. (1980). Competitive Strategy. Techniques for analyzing industries and competitors. New York: Free Press.

Seth, A. & Thomas, H. (1994). Theories of the firm: Implications for the strategy research. Journal of Management Studies, 31 (2), 165-191.

Wernerfelt, B. (1984). A resource-based view of the firm. Strategic Management Journal, 5, 171-180. doi: 10.1002/smj.4250050207

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