Del reino del papel

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El rey de papel titubea al hablar. Su rostro, arrugado por el viento de la desilusión colectiva, padece de una vejez prematura, sin la sapiencia propia de ella, mas con todos sus padecimientos inherentes. Se arrastra, reptando por las escaleras del supremo palacio, hasta llegar al recinto titular.

Hacía escasas semanas ponía de manifiesto su condición. Es de papel, pues es maleable. Titiriteros le dictan comandos a sus mecánicos oídos. Es de papel, pues con el grafito cambian su viso, pero no consiguen ocultar su naturaleza frágil. Es de papel, pues es combustible y de áspero seso, y por ello invita a criaturas septentrionales de fuego, porque profundamente, añora quemarse.

Las campanas libertarias aguardan resignadas a su comando, prestas para dar inicio a la celebración nacional.

No obstante, la plaza magna está desierta de interés. Yaciendo allí, tan sólo las voluntades vacías de los codiciosos que sucumben ante las dádivas sobre la ética o la moral. El blasón tricolor en el ombligo de la luna es verde, por la moneda mal habida, blanco por la muerte que desprende el tufo de la injusticia y rojo por la sangre de aquellos que caen abatidos ante deshonrosos adversarios.

Los ojos llorosos del jerarca ponen en duda su humanidad. Si bien es el símbolo del poder popular, cualesquiera que fuesen sus intenciones iniciales, intercambió sus principios, quedando a merced de intereses opacos.

 

El día de hoy es profundamente simbólico para nuestra nación. Representa el inicio de una lucha que duraría once años y el mismo número de días para ser consumada, al menos en apariencia, pues dos siglos después, las injusticias que padecieron nuestros antepasados continúan afectándonos más que nunca; corrupción, pobreza y hambre son el común denominador de una sociedad donde la escasez no existe, tan sólo una mala distribución de la riqueza.

Son los ahora jóvenes de dieciséis o diecisiete años de edad quienes le darán forma al panorama político del futuro inmediato. Por eso los invito, compañeros, a involucrarse en las decisiones, tomar la batuta de su futuro a través de la información.

El orgullo nacionalista debe de tener una cierta fundamentación para existir. Y si bien los años recientes han demostrado la resiliencia del pueblo mexicano, esto ha sido a causa del mal gobierno. No dejemos que nos sigan imponiendo ídolos de cortante papel.

El día en el que cada ciudadano se percate de que la única manera de progresar es a través del compromiso colectivo, seremos verdaderamente independientes de las ambiciones egoístas de terceros. Dediquemos este día a la reflexión para así cambiar a nuestra patria un paso a la vez.


Aldo Sainz, estudiante del Bachillerato Internacional de la Prepa CETYS Campus Mexicali.

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