Hay que recordar que en México el petróleo y derivados han sido controlados en su mayor parte por el estado desde finales de los 30’s del siglo pasado. Es decir, en México ha existido un monopolio petrolero que ha durado ya casi 80 años.
Después de este tiempo, y de poseer reservas petroleras relativamente importantes a nivel mundial, uno esperaría que México fuera autosuficiente en la producción de petróleo y derivados, especialmente la gasolina. Sin embargo, no lo somos. Y bueno, las causas van desde mala planeación hasta despilfarros en cuanto al gasto de los ingresos derivados del petróleo e innumerables casos de corrupción. Esa es la realidad. Sí, México es exportador de petróleo crudo, pero importador neto de algunos de sus derivados tales como la gasolina. Actualmente, importamos alrededor del 62% de las gasolinas que consumimos
En el reciente 2013, el Congreso de la Unión aprobó una serie de reformas entre las cuales se encuentra la del sector energético. Con respecto a este sector, la reforma busca reducir gradualmente la influencia que el estado ejerce, por ejemplo, en el mercado del petróleo y derivados. Enfocándonos en el tema de la gasolina, se busca “liberalizar” sus precios, mismos que serán regulados por el “mercado”. De esta forma, el gobierno ya no estará subsidiando el precio o manteniéndolo artificialmente bajo a través de estímulos fiscales a los vendedores. Y en teoría, se estarían utilizando los recursos de una forma más eficiente dado que estos recursos “perdidos” se distribuirían a otras áreas tales como salud o educación. En términos económicos, estas medidas son acertadas porque tanto los monopolios como el estableciemiento de controles de precios (precios máximos en este caso) generan pérdidas irrecuperables de eficiencia para la sociedad en general.
Entonces, ¿por qué el desencanto de la sociedad con el aumento reciente de los precios de la gasolina? Pongamos las cosas en perspectiva. Por una parte, en el sexenio de 2006 a 2012, el precio del litro de la gasolina magna se incrementó alrededor de un 60%, a pesar de que se dieron precios históricos internacionales del petróleo crudo en la vecindad de los US$140.00 por barril (esto ocurrió en el 2008, aunque para mediados del 2009 se desplomó a US$40.00 por barril). Tal vez esos recursos excedentes debieron haber sido utilizados en la creación o expansión de capacidades instaladas de las refinerías en México con el objetivo de aumentar la producción nacional de gasolina. Por otra parte, en el sexenio en turno, el aumento del litro de magna ha sido aproximadamente de 49.5%, considerando que el precio del crudo se ha mantenido a menos de US$60.00 en los últimos 3 años. Ambos aumentos han sido significativos y no hay duda que han perjudicado nuestros bolsillos. La cuestión es por qué ahora el aumento de precios ha causado más malestar que en otras ocasiones. Quizá esto se deba a que el aumento del 60% fue llevado a cabo de manera “gradual” mientras que el de 49.5% fue “fulminante”. De diciembre para acá el litro de magna aumentó alrededor de un 20%. Esto, sin lugar a dudas, desequilibra nuestros presupuestos dado que una parte relativamente significativa de ellos la destinamos al “consumo” de gasolina. En consecuencia, se genera un malestar social por este aumento de precios y también porque tiempo atrás el presidente en turno declaró oficialmente que los precios de las gasolinas no subirían, sino que de hecho bajarían como resultado de la reforma energética. El encono social se acentúa también dada la baja tasa de aceptación con respecto al desempeño del mandatario actual.
Pero quizá el mandatario no esté del todo errado en sugerir la posibilidad de que los precios de las gasolinas bajen en un futuro relativamente cercano como consecuencia de la “liberalización” del mercado de la gasolina en el país. Se espera que para finales de este año se libere todo el mercado nacional. En un mercado relativamente “libre”, los vendedores harán todo lo posible por ofrecer tanto buenos precios como mejor servicio. Quizá puedan reducir sus márgenes de utilidad, ser eficientes en sus operaciones, o diseñar estrategias innovadoras de mercadotecnia con el fin de obtener mayor clientela. El gobierno también pudiera hacer su parte para que tengamos gasolinas más baratas si decide reducir ese 50-55% que se lleva por cada litro de gasolina vendido. Sin embargo, el riesgo aquí es que, como comentamos en párrafos anteriores, 62% de las gasolinas viene del exterior. En consecuencia, el precio de las mismas estará atado a los precios actuales internacionales de la gasolina y también a las fluctuaciones del tipo de cambio MX$/US$. Esas son las desventajas de depender en gran medida de arreglos institucionales internacionales, en este caso, del mercado internacional de la gasolina. Si estos precios se mantienen relativamente estables, no deberíamos en México durante este año esperar aumentos en el precio de la gasolina tan altos como el reciente de 20% que tuvimos. Se darían variaciones en los precios relativamente moderadas y eventualmente quizá sí a la baja.
MTRO SAÚL SANDOVAL