El reto: Atención a lo real

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Como en ningún otro momento de la historia, hoy contamos con las capacidades y herramientas más optimas para el desarrollo y fortalecimiento de la relación, del diálogo, no sólo interpersonal, sino con toda la realidad que nos constituye como personas. Sin embargo, en lugar de disponer responsablemente del cúmulo de posibilidades, parece que asistimos a una crisis que guarda mucho en común con otras que resultan familiares. Me refiero, en palabras de Martin Buber, al “rezago del hombre tras sus obras”.

Por ejemplo, la sustitución del encuentro auténtico por el pragmatismo de los medios de comunicación, con conversaciones que llegan ser extensas y variadas según el diseño de nuevas plataformas, pero hacen deplorablemente insoportables los silencios en el encuentro cara a cara, o la preferente tendencia a fotografiar un atardecer que deleitarse en la armonía de sus colores. Más de uno podrá decir que no es algo que a todos nos suceda, tal vez ni a la mayoría, pero es innegable lo cotidiano que comienza a tornarse esta situación.

No se trata de condenar la tecnología, que sólo es un ejemplo de tantos, también podría tratarse de alguien ha desarrollado bastantes habilidades, pero en lugar de ponerlas al servicio de los demás las concentra en un narcisismo. Por otro lado, ¿no somos también victimas de nuestros anhelos de futuro? Donde la necesidad de éxito y estabilidad puede llegar cosificar los deseos más nobles, llegando a confundir la extensión del patrimonio con la felicidad. A lo que me refiero es al eclipse de lo real, a la desatención a lo concreto, ésta u otra situación tan normal en la que no estamos poniendo toda nuestra atención por “x” causa y en la que se encuentra la relación mas autentica con nosotros mismos, los otros y el mundo.

Son tiempos donde convergen distintos tipos de incoherencias e injusticias en sus distintas expresiones que nada dicen de nuestra naturaleza racional, y sobre todo de nuestra capacidad de amar. Es necesario re-valorar la vivencia que tenemos con el presente donde radican distintas circunstancias y personas, desembarazándonos de la nostalgia del pasado y la ansiedad del futuro sin ser irresponsables. Las palabras de Ortega y Gasset pueden iluminarnos al respecto: “Yo soy yo y mis circunstancias, si no las salvo a ellas no me salvo yo”, es decir que yo estoy en un medio concreto en el que convergen una variedad de elementos y del cual no puedo separarme porque es lo me toca vivir. Puedo ignorarlas por que no las conozco, fugarme de la realidad por lo tedioso que resulta atenderlas, o salir de un estado de inconciencia dándoles el valor que representan para relacionarme mejor con ellas por que me implican, y más aún, implican a otros.

Entendiendo la circunstancia como algo concreto, podemos imaginarnos alguna situación familiar que exige mi atención, cuestiones de salud que resultan incomodas de atender, o algún vicio que es prolongado en lugar de convertirlo en virtud. No necesariamente las circunstancias de mi realidad pueden referir a un aspecto negativo, ya que la desatención a los aspectos positivos de nuestra persona puede afectarnos incalculablemente.

La realidad y las circunstancias que la componen es lo mas seguro que tenemos, más aún, es lo único que tenemos. Como coloquialmente se dice “el pasado ya pasó y el futuro no existe”. Conscientes de lo importante y constitutiva que es la relación con el ahora, viene bien traer a colación preguntas que de vez en cuando hay que volverse a plantear: ¿para qué? ¿por quién? ¿a dónde? ¿qué tipo vínculos estoy generando? Las respuestas ayudan mucho, pero los ámbitos de encuentro en el horizonte de lo cotidiano ayudan aún más.


Sobre el autor…

Cursa el quinto semestre de la Lic. en Derecho en Campus Tijuana, actualmente lidera el Consejo de la Escuela de Derecho y es miembro de la Sociedad de Alumnos de nivel profesional; a la par de su actual carrera, cuenta con una Lic. en Filosofía.

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