Carta a las maestras y maestros de CETYS Universidad

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Carta a los maestros (as):

Conocí a una maestra singular. La llamaré Raquel, tiene 85 años y goza de muy buena salud. Coincidimos en la casa de un colega común el cual nos ofreció un desayuno muy generoso. Hablamos de esa primera capa de la piel que nos da idea sobre el origen, la trayectoria personal, lo que hacemos en el presente. Así me enteré que fue y sigue siendo profesora universitaria, por más de cincuenta años. En la segunda taza de café, la confianza ya se había instalado entre nosotros y basado en ello, disparo la pregunta que cualquier académico le hubiese hecho: ¿Por qué sigues siendo maestra universitaria? La mujer deja escapar un brillo de su mirada y me ve como diciendo: Ya sacaste boleto, de aquí hasta que se acabe el café o nuestro común amigo nos corra de su casa.

Habló Raquel sin pausa por más de treinta minutos. Instalada en el recuerdo y en la pasión por una profesión-arte, resultaba complicado meterse en medio de ese torrente de palabras. Dijo muchas cosas, pero lo sustantivo de su plática lo puedo sintetizar en algunas tres joyas pedagógicas.

  1. El oficio del profesor es el de un enseñante. Su primaria labor es enseñarle algo a alguien. Para poder hacerlo, debe estar enamorado de una ciencia o un arte, es decir, de la materia prima que utiliza para enseñar.
  2. Ningún profesor desarrolla una actividad docente sin esperar nada a cambio. Probablemente sea el reconocimiento que al final del año se valida con una frase: Profesor: hizo usted que este curso valiera la pena, o, como le pudiera expresar un estudiante creyente al momento de decir adiós: Maestra, Dios la bendiga.
  3. Un profesor es una compleja estructura de emociones, por ello, cuando un estudiante le dice desde el fondo de ese misterio que es el aprendizaje: Profe, qué más, qué más, lo revoluciona a tal grado que lo hace regresar al día siguiente con un nuevo recurso didáctico.

Raquel, lo mismo que todo educador, es consciente de las confusiones que rondan a la escuela de hoy; es consciente del desaliento que acompaña al gremio, de las fisuras que van haciendo grietas en la vocación; es consciente de un cierto desprestigio social hacia la profesión. Desde ese reconocimiento del papel social del magisterio, concuerda claramente en que:

    • Todo cambio en educación debe empezar por el educador, no necesariamente por la implementación de nuevas leyes en un sistema educativo. Los profesores que no honran este oficio se abrazan al pesimismo, la carencia, la imposibilidad del cambio.
    • El verdadero maestro es un escrutador de su tiempo, un lector e intérprete de los acontecimientos. Desde ese grado de conciencia también se enseña.
    • Para alguien que enseña, leer y escribir es su combustible. Escribir es lo más complicado, tremendamente complicado. Pero escribir es un éxodo, casi de todo, menos de la inspiración.

Regresé de Tucson, Arizona, ciudad donde se había dado el encuentro, con esta obsesión en la mente: en los próximos lustros, si vivo, tengo que estar sano, y lúcido, y ávido de aprender, y emocionado por enseñar, y abrazado a un optimismo crítico, porque quiero ser como Raquel: un enseñante universitario, un aspirante a educador.

Hoy que estamos en la contingencia y que hemos tenido que movernos a un modelo académico no presencial; hoy que es Día del Maestro y que no lo podremos celebrar como lo hacemos tradicionalmente en CETYS, además de reconocer y valorar su esfuerzo, también se me ocurre decirles que esta “no normalidad” nos debe dejar enseñanzas, nos debe templar la vocación y nos debe llevar a decirnos desde nuestra voz interior: Es complicado pero yo puedo, y puedo hacerlo muy bien. ¿Se imaginan ustedes el montón de crisis que ha pasado una maestra como Raquel? Y ahí sigue, con mucha lucidez, llenando un espacio en un aula universitaria.

Felicidades este 15 de mayo, maestros y maestras.

Atentamente

Dr. Alberto Gárate Rivera
Vicerrector Académico del Sistema CETYS Universidad

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