No hay frontera más grande que el miedo

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Ir de intercambio fue una experiencia que cambió mi vida. Tener la oportunidad de vivir fuera de mi país por más de un mes, aprender de otra cultura y afrontar nuevos retos lejos de mi zona de confort, me ayudó a crecer de forma impresionante.En comparación con mi ciudad de procedencia (Tijuana), Santiago de Chile es una ciudad muy moderna, limpia y organizada. Cabe mencionar que lo anterior de ninguna manera la hace mejor; cada una tiene sus pros y contras y fue interesante poder vivir estas diferencias, en vez de sólo leerlas y/o verlas por televisión. Esta fue una muy efectiva forma de reconocer lo bueno y lo malo de dónde vengo y de donde estoy.Estudiar mis áreas de interés en otro país y poder aprender sobre su gente y sobre los demás compañeros de intercambio, no tiene precio alguno. En Chile aprendí a perder el miedo a decir lo que pienso y plasmarlo en mis trabajos; aprendí a ser honesta conmigo misma y a producir para el mundo. De mis compañeros de intercambio aprendí que no hay frontera más grande que el miedo.Más allá de viajar, "carretear" y conocer gente, pude conocerme a mí misma y aprendí a valorar las cosas, a mi familia, a mi ciudad e incluso a mi institución. Me hice más fuerte y también fue una excelente forma de crecer como profesionista. Es un cambio en la vida que pocos pueden soportar; desde que llegas sabes que debes decir adiós. Vives de lleno en una cultura que no es la tuya, con horarios, climas y costumbres distintas. Por mi parte, aprendí a vivir por mi cuenta, por mí y para mí, es por eso que en ocasiones me resulta incómodo que me pregunten "¿Qué se siente volver a la realidad?", cuando para mí todo eso fue mi realidad; fue muy real y maravilloso.*Extracto de testimonio  

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