En el Viejo Continente

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El estudiar en Holanda significó adaptarme a otro ritmo de trabajo y de vida, dónde la planeación, la puntualidad y la responsabilidad son requisitos indispensables. En especial los holandeses y los alemanes acatan esto como algo que no debe dar lugar a fallos, simplemente se debe de hacer bien; no hacen las cosas al “ahí se va” como muchas veces acostumbramos hacerlas en México, sino que tienen todo perfectamente programado, y ni siquiera piensan en ello, es parte de “su cultura”. En Holanda, por ejemplo, puede apreciarse un gran contraste, ya que la gente tiene una forma de pensar muy liberal, y al mismo tiempo, son una cultura muy estricta en cuanto a la forma en que se deben hacer las cosas. Por decir algo, una vez tuve que ir a sacar copias de ocho capítulos de un libro para estudiar para el examen final. Al llegar al centro de copiado y pedir que me sacaran las copias, el encargado me dijo que si tenía mi permiso, entonces yo pregunté ¿cuál permiso?, él tomó el libro y abriéndolo en la sección inicial me señaló el registro de Copyright y me dijo: “este libro está protegido por derechos de autor, para que pueda yo sacarte más de diez copias debes solicitar un permiso a la compañía editorial en La Haya, y pagar una suma dependiendo de la cantidad de copias que desees sacar. Una vez que tengas el permiso con mucho gusto sacaré tus copias”. En ese momento me pareció sin sentido lo que el encargado me decía, pero después de un rato me di cuenta de que de hecho así es como se supone que deberían de funcionar los derechos de autor. Creo que es en medida del respeto a las restricciones, que una cultura o un país adquiere sus libertades. A su vez, en la medida en que estas libertades puedan ser bien manejadas, los ciudadanos adquieren confianza entre ellos mismos. Es por ello que siempre he visto a Holanda como uno de los países en la punta de la evolución social, ya que creo que el grado de civilización en una sociedad se puede medir en función de la confianza que sus ciudadanos se tienen entre sí. Por otro lado, este viaje representó para mí la oportunidad de representar a mi país, en tierras extranjeras. Me preocupé siempre por ser un digno representante no solo de México, sino de mi ciudad. Fue para mí un orgullo ver como cada vez que decía mi país de origen la gente se emocionaba y se alegraba, ya que ven a México como un paraíso, un lugar de fiesta. Pero también lo ven como un lugar donde se puede comprar a la policía, se puede tomar mientras manejas, el tráfico de drogas esta a la orden del día y la corrupción es ya algo más que cotidiano. Todas estas cosas me llevaron a pensar que la única diferencia entre mi país y esos países donde las cosas se hacen con tanta calidad, y donde se manejan tantas libertades como responsabilidades, somos nosotros mismos. El cambio reside en nuestra voluntad, no en lo que los gobernantes hagan o no hagan, en si la policía se puede comprar o no. El cambio empieza en nosotros mismos, en nuestra forma de hacer las cosas, en dejar de lado la indiferencia que muchas veces tenemos sobre las normas morales y legales de nuestra sociedad, en preocuparnos cada quién por hacer lo que debemos hacer, como lo debemos hacer y cuando lo debemos hacer. Así de sencillo. * Extracto de Testimonio

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