Cuestiones éticas ante el uso de la tecnología educativa en la era digital

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Conviene iniciar la presente reflexión pronunciando algunas obviedades, pero que, por su relevancia resultan necesarias para sentar el contexto, vamos pues; en las últimas dos décadas hemos sido partícipes  y no solo espectadores de una genuina revolución derivada de la adopción y uso cotidiano de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), lo que ha implicado transformaciones en todos los campos del saber y quehacer humano, desde luego, la Educación no es la excepción, sino todo lo contrario, en este ámbito las TIC han llegado para quedarse.

Ahora bien,  dado que las instituciones educativas se abocan a la compleja  y apasionante tarea de formar y educar personas, con lo cual queda patente que la cuestión ética es inherente a nuestro singular quehacer, asimismo, más allá de gustos y disposiciones personales que desde luego tienen una naturaleza subjetiva, resulta  ineludible echar mano de tecnologías  digitales en nuestras aulas, por ello, en estas líneas, nos centramos en  analizar algunas tareas éticas que enfrentamos ante el uso de tecnologías digitales y  compartimos a manera de propuesta un marco conceptual y  práctico  para otorgar, al menos una parcial respuesta  a los  retos  que supone el uso de las tecnologías.

Teniendo claro lo que nos ocupa, iniciamos con una pregunta ¿Cómo podemos entender la ética?  Desde la década de los ochenta, la ética, suele concebirse o mejor dicho remitir reflexiones sistemáticas que implican cuestionarnos cómo debemos actuar respecto y en relación con los demás y yo agregaría, ante lo que nos rodea. En lo que al uso de las TIC respecta, inspirados en lo postulado por Rest en 1982, el quehacer ético compromete al menos cuatro premisas:

  1. Determinar la manera en que directa o indirectamente el uso que damos a estas tecnologías afecta a otras personas.
  2. Identificar los valores importantes que deben estar presentes en determinada situación.
  3. Desarrollar un plan de acción respecto a su uso, lo cual en sí mismo es un reto, dada la diversidad de contextos en el que confluyen factores sociales y culturales e incluso políticos. Asegurar que el plan de acción sea constantemente evaluado.

La adopción y uso de las tecnologías digitales en la educación demanda la toma constante de decisiones lo que supone cobijarlas por criterios éticos, que nos ayudan a justificar los beneficios derivados de su uso. Este escenario se torna aún más complejo, ya que nuestras decisiones suelen traducirse en actos concretos, mismos que no se presentan en un vacío, si no en un espacio que todos hemos construido, al día de hoy, una sociedad global y altamente digitalizada. Asimismo, los contextos locales son relevantes sumando valores sociales y culturales.

Ya que hacemos mención de la perspectiva global, en este punto es preciso identificar algunos factores que sitúan la dimensión ética en las tecnologías. En primera instancia, los líderes educativos, sobre todo en las universidades, están redefiniendo las dimensiones internacionales de sus instituciones en respuesta a la globalización, CETYS Universidad es un claro ejemplo de ello. otro factor, es la digitalización, la cual conlleva un intercambio rápido y eficiente de conocimiento e información en cualquier momento y lugar. Esta ampliación de lo que algunos autores denominan la “carretera cibernética” supone un reto para las instituciones educativas, lo que puede traducirse como “tenemos que estar presentes en todas partes y en todo momento”.

También observamos que las asociaciones tanto de carácter público como las privadas crecen en respuesta directa a dicha visión global, hoy más que en otros tiempos, nos hemos apropiado de la idea de que el conocimiento es un bien público mundial, lo que implica que debiera ser de fácil y libre acceso para todos. Otro factor es la calidad de la educación, especialmente el  e-learning, al que se le cuestiona por la afluencia masiva de proveedores educativos, ante este escenario, las agencias reguladoras y los organismos de acreditación tienen la gran tarea de no solo supervisar sino de regular las prácticas educativas en las que se incurre, por ejemplo, la producción prácticamente fabricada de títulos,  es imperante reconocer que instituciones como la nuestra, se enfrentan a este nuevo mercado, por no decir mercadeo.

Ya que hemos llegado a este punto, como lectores seguramente se preguntarán ¿Cuáles son los retos de carácter ético que enfrentamos en la educación ante el uso de las tecnologías digitales?, pues bien, ahí vamos:

  1. La seguridad en la red, en la que la desinformación de los usuarios propicia que se expongan a riesgos que van desde la pérdida de datos hasta la suplantación de la identidad digital, situación que demanda acciones formativas que deriven en buenos hábitos.
  2. El acoso virtual dentro y fuera del contexto escolarha encontrado en las tecnologías una nueva vía de ataque que trasciende el espacio del centro educativo, en el que uso no autorregulado puede llegar a afectar y a condicionar las relaciones e interacciones personales, especialmente en los jóvenes, por la necesidad de sentirse permanentemente conectados o por el miedo a sentirse fuera, desconectados, esto no lo describo a “ojo de buen cubero”, de manera consistente se ha puesto en evidencia en diversos estudios.
  3. El consumo y uso crítico y razonable de la tecnología, en respuesta a un excesivo, se plantea una educación dirigida a promover hábitos de uso saludable de las tecnologías en cuanto a su consumo temporal, donde el usuario es quien gestiona de manera eficiente el acceso, algunos autores lo denominan “alfabetización mediática”.
  4. En relación con el plagio en contextos de formación, cabe decir que el uso en un entorno académico de ideas, palabras y obras de otros como si fueran propios se reconoce como plagio académico, cabe destacar que en investigaciones actuales se reporta que los universitarios reconocen cometer plagio y otras formas de fraude académico, he aquí una cuestión ética.

Así pues, los estudiosos del tema coinciden que es necesario fijar un marco conceptual centrado en el contexto ético que además supone reconocer su carácter continuo, lo cual exige integrar la percepción social y cultural, los valores ante el uso de la tecnología, para, a partir de ello, establecer pautas éticas en las que se tomen en cuenta los potenciales daños y beneficios para las personas, grupos y comunidades.

Con base a este marco conceptual, es posible definir y poner en marcha un marco práctico, es decir aplicado, en ello, no tenemos mucho que pensar o vueltas que dar, ya que el establecimiento de códigos éticos, en este caso, ante el uso de las tecnologías digitales en el ámbito educativo, es un paso que debemos dar en América, en Latinoamérica, en México y claro en las universidades. Aunado a ello, como ciudadanos debemos proteger nuestra privacidad; ser conscientes de las consecuencias que supone firmar una exención de privacidad o compartir nuestros datos.

Para finalizar, considero que es deber de quienes nos dedicamos a la Educación, tomar iniciativa a fin de establecer un diálogo con distintas instancias sociales, sobre las implicaciones del uso de las tecnologías digitales, asimismo, es deber de las instituciones educativas fomentar una reflexión profunda sobre la dimensión ética de las tecnologías, he aquí otra tarea pendiente.


Autor: Dra. Karla María Díaz López, Profesora investigadora de tiempo completo y coordinadora del posgrado en Educación de CETYS Universidad Campus Internacional Ensenada. Miembro del Sistema Nacional de Investigaciones Nivel 1 de CONACYT.

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Dra. Karla Díaz.

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