Datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en el 2014 reportaron a México como uno de los países con más factores de riesgo en temas de salud. El 88.6% de las defunciones de nuestro país se deben a enfermedades y problemas relacionados con la salud (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 2017). De igual forma, lamentablemente, también ocupamos el primer lugar a nivel mundial en diabetes, obesidad en adultos e infantes, violencia sexual e infantil, feminicidios y homicidios, todos estos relacionados con factores biológicos, psicológicos y sociales.
Frente a la demanda poblacional en cuestiones relacionadas con el bienestar físico y mental, es imperativo el abordaje biopsicosocial en dichos temas, por lo que cada vez es más frecuente el trabajo multi e interdisciplinar de los profesionales de la salud para mejorar la calidad de vida de nuestra sociedad; específicamente, el psicólogo de la salud colabora en la promoción y mantenimiento de la salud, así como en la prevención y el tratamiento de la enfermedad. Dicho esto, se refleja la importancia del rol del psicólogo dentro de organismos hospitalarios, empresariales, educativos y políticos.
Como psicóloga de la salud, he visto la importancia de la intervención psicológica en el abordaje de las enfermedades mentales, físicas y sociales, con tales intervenciones, la mayoría de las veces, se logra aumentar la esperanza y calidad de vida, así como la adherencia al tratamiento médico. Esto demuestra la relación significativa entre la emoción, cognición, comportamiento y el estado físico del paciente. En la práctica, analizamos la psique, valoramos la red de apoyo, intervenimos en procesos de duelos y en caso de ser necesario, acompañamos en el transcurso de cuidados paliativos.
Por otra parte, nuestra sociedad mexicana tiende a subestimar la conexión entre el cuerpo y la mente. La obesidad, por ejemplo, va más allá de una condición física, tiene elementos mentales como la ansiedad, el miedo, el rechazo, entre otros; al igual que la violencia y los homicidios, estos en aumento los últimos años, donde se normaliza vivir con temor, ansiedad, inseguridad y niveles de estrés elevados que causan malestares clínicamente significativos en cualquier ambiente donde nos desarrollemos. El peor de los casos es que tales malestares llegan a somatizarse, es decir pasan de ser una emoción o cognición a un comportamiento u habito no saludable como fumar, comer en exceso, abusar de alcohol o drogas, retraimiento social, ataques de ira, etc. que finalmente, si no son tratados, terminan siendo síntomas físicos como el dolor de cabeza, colitis, tensión muscular, la hipertensión, problemas del corazón, e incluso infarto de miocardio o algunas otras enfermedades crónicas.
La mayoría de nosotros estamos conscientes de cuáles son los comportamientos saludables o nocivos que afectan nuestra salud, sin embargo, algunas veces se carece de motivación o tenemos una percepción de barreras para el tratamiento o prevención de la enfermedad, y se opta inconscientemente la espera de un diagnóstico para responsabilizarnos de nuestro actual estilo de vida. Desafortunadamente puede ser muy tarde; los cambios que se sugieren realizar tienen que ser de forma paulatina y progresiva, para así crear hábitos saludables que finalmente favorecerán su calidad de vida, como por ejemplo beber agua, hacer 30 minutos de ejercicio diarios, meditar/ orar, realizar actividades recreacionales, entre otras.
En caso de que su salud se esté viendo afectada de forma significativa, los psicólogos contamos con instrumentación y técnicas de intervención específicas para cada enfermedad, donde se le brinda psicoeducación a usted y su familia, así como herramientas eficaces para mejorar su estilo y calidad de vida.
Autora: La Mtra. Marilyn L. Martínez Larios es maestra de asignatura en la Escuela de Psicología de CETYS Campus Mexicali.