Los tiempos electorales en México, que no son pocos, incluso diría que son permanentes; por ejemplo, el Congreso Federal cambia cada tres años, hay elecciones en las entidades federativas, Congresos Locales y presidencias municipales que también se eligen cada tres años; y como las fechas no están empatadas, imaginemos estos procesos para los 32 estados que componen la federación y los más de 2000 municipios que hay en el país; el punto es que la sociedad, los electores, nosotros, no tenemos respiro. Esto es, siempre hay elecciones, competencia política, gasto enorme, organización interminable y lógicamente reclamos, inconformidades, abstención y sin duda hartazgo.Hoy, cuando estamos a pocos días de la elección más importante de todas, el relevo presidencial, la llamada mercadotecnia política y las encuestas a diestra y siniestra parecieran sustituir a los electores y dar un veredicto anticipado de la voluntad ciudadana. La primera resalta las virtudes y sobre todo defectos y descalificaciones de los aspirantes, personalidades, convierte a los candidatos en productos de consumo, donde lo menos importante son sus propuestas y acciones para dar solución a los grandes problemas nacionales. Las estadísticas, y no es un secreto, pueden manipularse al gusto de quien las elabora o de quien las paga, y también causan un efecto en la colectividad (si la diferencia entre uno y otro en muy grande, se le da como seguro ganador y entonces "ya para que votar").Los políticos en su afán de entronizarse en el poder recurren a todo tipo de estrategias; algunas detestables, como la "compra de votos" a través de regalos, dádivas (en dinero o en especie); organizan grandes y masivas concentraciones, donde esas mayorías son virtualmente "acarreadas" o corporativizadas y casi siempre amenazadas por las representaciones sindicales; también es común que a las bases, sobre todo en elecciones locales se les ofrezcan soluciones mágicas y a corto plazo; un terrenito, la luz, el agua, el drenaje, la pavimentación, etc.Ante este panorama, que se repite y donde la experiencia histórica nos hace ver que el país, las regiones, las entidades federativas, los municipios progresan a paso muy lento pese a todo tipo de promesas y "compromisos", se hace necesario que la sociedad en su conjunto asuma con toda su fuerza, con toda su energía, una nueva responsabilidad, consiente, colectiva, donde la voluntad para que las cosas verdaderamente cambien surja del pueblo, de las bases mismas de la sociedad, no de los grupos políticos cuyos intereses no son necesariamente los de todos.Una buena forma de iniciar esta transformación y aprovechando que en algunos días tendremos la elección para el cambio de la Presidencia de la República y renovación del Congreso de Unión, es la participación en este proceso democrático de los jóvenes; sin duda, el impulso contagioso de la energía que pueden desplegar entre todos puede ser definitiva y si a esta participación agregamos a los demás ciudadanos que estamos en posibilidad de ejercer nuestro derecho a votar, igual, con pleno convencimiento de que ese cambio verdadero está en nuestras manos, seguramente el futuro de nuestro país será promisorio, para el bien de todos, no de unos cuantos.*Enrique Pérez Santana es Director de la Escuela de Administración y Negocios
Reflexiones Socioeconómicas


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