Por: Ana Gloria Pedrín Cisneros* Sobre la tierra existe una criatura humana, la cual es dotada de una dimensión femenina esencial en la vida: la mujer. El papel de la mujer es único e insustituible, ya que su inteligencia, sensibilidad, personalidad, alegría y demás características que por naturaleza propia le fueron otorgadas, hacen de ella un elemento esencial para el progreso de la humanidad. Llegar a ser una mujer integral significa todo un reto y proyecto de vida; sin embargo, la mujer puede afrontar este reto sin reducir su identidad, sin empobrecerla o sustituirla, descubriendo de manera profunda, amplia, intensa y verdadera el significado de su naturaleza propia. Es importante puntualizar, como comenta Carmen Balmaseda, en su libro La Mujer frente a sí misma: "la mujer es una totalidad integrada de cuerpo y espíritu, inteligente, libre, elevada a un destino trascendente; dotada de una personalidad individual”. La mujer, como ser humano es idéntica al hombre ya que ambos tienen la misma dignidad como personas; sus derechos y obligaciones otorgados por la naturaleza son también iguales; sin embargo, la mujer es potencialmente portadora de la vida, se dice potencialmente porque no toda mujer es madre, y el no serlo no cierra el camino de su perfección. El que la mujer sea potencialmente portadora de vida, la conforma de rasgos y matices anímicos llevándola a actuar de un modo peculiar, femenino, no sólo cuando se es madre sino también cuando se renuncia a la maternidad biológica consagrándose a la vida religiosa, o cuando su vocación es la soltería, o bien, estando casada no llega a tener hijos; por tanto, ser portadora de la vida es una tarea fundamental y maravillosa que ayuda a la mujer a alcanzar su plenitud por razón de su naturaleza. Por esta naturaleza y grandeza propia, la mujer es pilar de la educación, ya que es dotada de dones y cualidades que la hacen cumplir con esta responsabilidad. La mujer tiene mucho que aportar a la sociedad en la que vive, ella pertenece a una cultura en un determinado momento histórico al que debe de responder con un estilo de vida propio, abierta al mundo para captar lo que éste aporta y después influir en él de acuerdo a sus propios valores; ser una activa protagonista en la configuración de una sociedad más humana, que promueva el bien de toda persona. Es preciso que la mujer sea consciente de sí misma, de su naturaleza y de su trascendente misión dentro de la sociedad mexicana. Esto lo logrará con mayor éxito a través de la familia, ya que ésta es el núcleo primario y natural de la sociedad, principal núcleo de influjos educativos en la mujer. Dentro de la familia la mujer puede vivir los roles de hija, hermana, esposa, madre, tía, nuera, sobrina, etc.; por tanto, la familia será receptora de la educación y formación en la mujer y a partir de estos roles que desempeña, deberá de contribuir de manera directa con su principal función: Su papel de Educadora. * Maestra y directora de Educación Media Superior CETYS Campus Ensenada anagloria.pedrin@cetys.mx
La mujer, pilar de la educación

