Participar en un intercambio académico es una oportunidad de vivir muchísimas cosas en muy poco tiempo. Recuerdo que a las cuatro semanas de que llegara a Linz, les dije a mis compañeros: "¿Se dan cuenta de que sólo ha pasado un mes? ¿Qué no podrá pasar en los cuatro que nos quedan?". Cuando te vas lejos, todo lo que te rodea toma un nuevo matiz. Todo es más novedoso; te invita a preguntar, descubrir, y aprender, incluso las cosas que, según tú, ya conocías. Es un momento excelente para intentar hacer las cosas de una nueva manera… a tu manera. La oportunidad de ponerme a prueba en un sistema educativo muy diferente, fue una de las partes más interesantes del intercambio. Me atraía mucho la idea de ir y competir de tú a tú con estudiantes internacionales. Me dio mucho gusto comprobar que puedo desempeñarme igual de bien que otros estudiantes de cualquier parte del mundo. Otra cosa que me agradó mucho, fue la buena impresión que existe a nivel internacional sobre México. Si, estereotipos hay en todas partes, pero duran sólo los primeros minutos de la conversación. La verdad es que vale la pena. Logré cumplir mi objetivo de ir a instalarme en un entorno muy diferente al que estoy acostumbrado y adaptarme. El tiempo fue muy corto, y siempre hubo cosas de México que extrañaba mucho y nunca les pude encontrar sustituto en Austria. Pero ese es uno de los efectos colaterales de irte de intercambio que menos esperaba: nunca había entendido y apreciado tanto el ser mexicano hasta que salí de mi país.**Extracto de testimonio
Mi experiencia en Linz


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