La diosa estridente

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Cuando se trata de asuntos del individuo o de la sociedad (conjunto de individuos) es muy probable que uno se vea en aprietos si quiere referirse a temas que preocupan a tantos. Yo, por ejemplo, he tratado de muchas maneras de decir lo que quiero decir, porque la dificultad no está en hablar de lo que ya se ha hablado, sino en hacerlo de una mejor manera y que realmente aporte algo. Caigo en que vale más explicarlo con una anécdota y esperar lo mejor. Esa noche llegué a casa, cansada de un larguísimo día, volteé hacia la pila de libros sobre una valiente mesita con espíritu de hormiga (carga varias veces su peso) y empecé a buscar una lectura: la novela gorda siguió en espera, la antología de un poeta español y la de "Sor Juanita" se quedaron con ganas, igual que la mitología. Neruda se asomó con su boina corte inglés y su perfil nada griego, sacó la nariz y ya que me lo pedía, le eché un ojo a la Antología General; la página que brincó fue esa donde estaba el noveno poema de los tan famosos 20 poemas de amor "Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,/lunar, solar, ardiente y frío, repentino,/dormido en la garganta de las afortunadas/islas blancas y dulces como caderas frescas", dice el chileno, le hubiera dado una cachetada, sin embargo, hace casi cuarenta años que el poeta murió; "Necesito dormir", pienso. Pero Neruda no es el tema sino el fundamento. Hay una mujer en este texto y en todo el libro que es a la vez muchas mujeres, pero lo más importante: no es ninguna, es una creación idealizada, y es por eso que recordé un texto de la poeta estadounidense Erica Jong. No puedo decir cómo formuló ella su poema, pero sí que le dio una cachetada (¿literalmente?) al joven Neftalí, a Dante, a Segovia, a algunos que conozco personalmente… hasta a Freud si no se anda con cuidado. El poema de ella se llama "Penis envy" y su tercera estrofa reza: "Si yo fuera hombre,/condenado a esa infinita vaciedad,/y no teniendo alternativa,/encontraría, como los otros, sin duda,/una mujer/para bautizarla Vientre de Luna,/Madona, Diosa del Cabello de Oro/y hacerla tienda de mi deseo,/paracaídas de seda de mi lujuria,/ícono ojiazul de mi sagrada comezón sexual,/madre de mi hambre".Alguna vez, dándome cuenta las cosas que en su tiempo Jong se dio cuenta, deseé ser hombre, no porque ese género no tenga ciertas obligaciones basadas en el entendimiento social, sino porque yo también quería inventar hombres a mi imagen y semejanza, que fueran yo misma, pero sólo terminarían siendo monstruos de los que no me quise hacer responsable de poner en esta tierra: hombres húmedos que no serían dueños de sí en el verso, un experimento como el de Víctor Frankenstein; hombres modificados, idealizados, de plástico, sin barba, con olor a vainilla u orquídeas, muertos de miedo porque pasan de los treinta y siguen solteros; hombres que se culparían de todo, que se sentirían realizados en lo laboral, pero no "como hombres". Mis pobres criaturas llorarían como la sombra de Oliverio Girondo jugando con un trenecito en "El lado oscuro del corazón". El punto de todo esto, no es sólo una estética literaria o artística en general, sino la manera en que nos relacionamos mujeres y hombres, qué pensamos los unos de los otros y la importancia de esto ¿será que de una buena vez estamos listos para vernos distinto pero mejor, reales? Ya no quiero repetir lo que todas las feministas que citan a Simone de Beauvoir dicen, no hay nada nuevo que pueda añadir al respecto, pero quiero creer que al menos alguno pensará en con seriedad que siendo distintos tenemos como individuos, independientemente de nuestro género, ideas diversas con las cuales enriquecer nuestro entorno.Adriana PérezEstudiante de octavo semestre de Administración de Empresas.Ganadora de Peritus 2012 (Poesía Joven).Programa Jóvenes Creadores de la FLM, género Poesía (Universidad Veracruzana). ——————————————————————————————————————Si eres estudiante de CETYS Universidad, Campus Mexicali y te interesa participar en esta sección, manda un correo a paulina.buendia@cetys.mx. 

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