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Muletillas

“¿Eh?, dice el sordo o el muletillero”.

Apoyos verbales que se convierten en vicios difíciles de superar, que denotan rasgos de la personalidad y que –“ciertamente”– son negativos, “¿verdad?”

El diccionario de la Real Academia define la muletilla como <voz o frase que se repite mucho por hábito> “¿Si?” “¿No?”

Las muletillas al repetirse sin control, “a poco no”, son hábitos enfermizos, “¿estamos?”

“O sea”, las muletillas además de disfunción lingüística (calificativo rimbombante) son un fenómeno digno de ser estudiado más a fondo por la neurolingüística como decadente proyección psicosocial. “¿Me entiende?”

Y así por el estilo: “¿me explico?”, “¿me capta?” o “¿me sigue?” son –además de muletillas- faltas elementales de cortesía.

Yo, que soy alegador por naturaleza, cuando alguien me dice: — “¿Me entiendes?” Suelo contestarle: “a pesar de que no hablas bien, te entiendo”.

Ahora que “este” es la muletilla campeona en nuestro país. Por ejemplo, el alumno que no se sabe la lección y para ganar tiempo repite incontables veces “este”, “este”… hasta que se aventura a decir: “Este, Teotihuacán, este ¿Es la bebida con muchas burbujas?” 

Pero, ya que introduje la teoría de que las muletillas tienen que ver con problemas de expresión, secundaré la hipótesis: El mexicano miente. No todos, pero si muchos… rasguñando el grado de mayoría. Y como es mentirosón o si se quiere exageradillo; pues tiene que blindar sus afirmaciones con el clásico “¿verdad?” Que de pregunta sólo tiene la entonación que utiliza como escudo, para decir entre líneas: “No estoy mintiendo”…

Como si su propio subconsciente le gritara: — ¡No te están creyendo! Y el susodicho en lugar de aportar datos, cifras o hechos contundentes que confirme lo que está diciendo, suelta un infundado “¿verdad?” En un incompresible intento por convertir en cómplice al que le escucha. Por ejemplo: “Ya le hice su presupuesto, ¿verdad? Pero, ¡no lo encuentro! ¿Verdad?”

Claro,  existe la contraparte, aquél que duda de todo y cuando asegura algo remata con una disculpa, diciendo: “no sé, puede que sí” (o “pue ‘que si”) .

Don Justo Fernández López que de bien hablar y escribir sabía hasta lo que no, señaló que las muletillas se deben a la pereza mental del que no hace el más mínimo esfuerzo por precisar, aclarar o convencer con argumentos y lo quiere hacer con coletillas, estribillos o latiguillos como les dicen a las muletillas en España.

“Pues esto y aquello” es un clásico del que abrevia por sistema, que con el devenir de los años quedó en una simple “X”. — ¿Oye, perengano, qué hicieron en tu cumpleaños? —“Pues esto y aquello… ¿tú sabes?”  Y agrega como remate de tan imprecisa respuesta una lacónica “X”.

Una tía de la familia solía definir a las personas diciendo: “Él es muy así; pero ella, tú ya sabes”.   O sea. Por no tener vocabulario, por dudar de lo que decimos o por no comprometernos dando una clara opinión, los mexicanos somos diestros con las muletillas… “Si, ¿qué no?”

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