Intercambio: Volar con Alas Propias

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Valorar las cosas que uno tiene cuesta trabajo cuando uno las tiene de manera fácil. A veces es necesario tener experiencias que nos hagan valorar las situaciones y las relaciones que tenemos que simple y sencillamente no vemos cuando están frente a nosotros día con día. Por esta y otras razones fue que tome la decisión de irme, con el apoyo de Cetys Universidad y del programa SUMA, la Universidad de Monterrey por un semestre de intercambio.Le tomé el peso a la decisión que había tomado hacía unos meses atrás en el momento en que llegue a la casa donde viviría por los siguientes 4 meses. Aunque las ganas de irme de intercambio las tenía desde que entré a la carrera.  Un semestre en una ciudad distinta donde no conoces casi a nadie, con una dinámica diferente era un riesgo. Pero esa noche en que llegue al aeropuerto de Monterrey me di cuenta de que había llegado el momento en que realmente volaría con alas propias. El intercambio es enriquecedor en muchísimos sentidos. Uno va dispuesto a aprender, ya sea en el ámbito académico, amistades, lugares, culturas, historias, situaciones diferentes y de uno mismo.  El riesgo es claro, pero también el sentido de aventura. La Universidad es buenísima. Está en San Pedro Garza Garcia, aunque su nombre diga que es la universidad de Monterrey y se honra a sí misma por ser una universidad altamente reconocida. Por los pasillos circulaba gente de todas partes de la república así como muchos extranjeros. Y las clases, sobre todo las del departamento de Derecho, eran apasionantes, de primer nivel. De verdad era imposible distraerse. Eran profesores muy activos, capacitados por su propia experiencia, que proponían nuevas visiones. En resumen, el intercambio es una experiencia que estoy segura me marcó para el resto de mi vida. La aproveché al máximo. Es que uno está frente a mil posibilidades de acción en una ciudad tan grande y tan bonita y con tantas cosas que hacer. Por todos lados te estimulan: la diversidad cultural, la variedad de intereses, la universidad, el ambiente, las amistades, las actividades culturales, los desafíos a tus propios valores. El intercambio te abre a nuevas visiones. Y sin duda, uno cambia. Independiente de adonde uno vaya, cambiar de cultura es un desafío que no deja de ser gratificante cuando uno mira hacia atrás y ve lo que logró y aprendió. A pesar de que tras el regreso llega la nostalgia por lo vivido, me alegro de estar de vuelta.

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