Se hacía tarde para la familia X esa mañana de domingo. El padre, buscando no llegar tarde por segunda vez consecutiva a la misa en catedral, apresuraba a sus hijos mediante gritos claramente audibles para las casas vecinas. Ante la falta de respuesta, el hombre, resignado, decidió sentarse, encender el televisor y sintonizar el canal local, donde se presentaban las noticias matinales. Pronto fue acompañado por su amada esposa, con la cual observaban el acontecer del mundo entero. Los colores y sonidos los maravillaban, extrañaban e incluso horrorizaban en ocasiones. En un rincón, añejos ideales suscitaban violencia inmisericorde, tiñendo de rojo el júbilo ido de cientos, que veían en sus rostros la encarnación del terror. En otro lugar, lo mismo sucedía; la intolerancia era el motor de las masacres. Allá, una nación saliendo de su esfera natural por temor a ello; aquí, un tirano alzándose seguro gracias a los prejuicios de millones.
Un panorama desolador, quizás. Todo ello con un común denominador: las viejas ideas que se niegan a morir. Pero, ¿dónde estaban los jóvenes en este caso? Pero, aun más importante para los padres en cuestión, ¿dónde estaban sus jóvenes?
Naturalmente, “cazando Pokemones”.
Las tecnologías de acceso a la información son, hoy en día, un recurso invaluable para todos los seres humanos. ¿quién habría dicho hace apenas un par de décadas que la transferencia de la información podría darse de manera expedita?
Actualmente, las redes sociales permiten comunicar nuestro sentir; aprobar, reprobar, llorar, reír o hasta enfurecernos ante el contenido dinámico que se nos presenta. Es una auténtica revolución respecto a aquellos medios de los que disponían las generaciones pasadas, y es precisamente por ello que los jóvenes de hoy tenemos la oportunidad para hacer una diferencia radical.
Mediante estas herramientas es que una causa noble puede alcanzar una difusión cada vez mayor, permitiendo a personas en necesidad recibir fondos; a organizaciones benéficas difundir un mensaje o alcanzar extender sus alcances incluso en el ámbito internacional. Nos confieren un poder extraordinario, que requiere responsabilidad para ser llevado a cabo correctamente.
No obstante, estas tecnologías también hacen que ciertas modas se esparzan como pólvora, siendo la más reciente la aparición de una aplicación para dispositivos móviles que permite a los usuarios capturar a sus personajes de ficción preferidos mediante el uso de la geolocalización.
Una idea que podría parecer risible, el ir acudir a un cierto lugar para atrapar nada más que aire, caminando por las calles con el celular en la mano y la mirada perdida en el contenido digital. Una pesadilla para la seguridad pública.
Recientemente, un vídeo mostró el furor de cientos de individuos que confluyeron en Central Park, deteniendo incluso el tránsito, sólo para capturar a una criatura inexistente catalogada como “valiosa”.
Polemiza ciertamente este nuevo concepto, con sus partidarios argumentando que contribuye a la activación física de cientos de jóvenes, ya que propone distancias que han de caminarse con el propósito de conseguir más de estas criaturas.
A pesar de todo, resulta especialmente preocupante la gran cantidad de tiempo que se gasta en menesteres como este. Y en un momento en el que este juego es incipiente apenas, sería oportuno resaltar que si todos nosotros como jóvenes destináramos por lo menos una fracción de esas horas que malgastamos en la procastinación y la búsqueda de quimeras irreales en procurar el desarrollo de nuestra comunidad, nuestro porvenir sería mucho más brillante. Aprovechemos nuestro mundo real y hagámoslo mejor.
O dime, ¿tú qué piensas? Te invito a que compartas tu opinión en nuestras redes sociales.
“La juventud es el tiempo de estudiar la sabiduría, así como la vejez es el tiempo de practicarla.”
Jean-Jacques Rousseau
